miércoles, enero 25, 2017

Vecino de Nueve Estados: San Luis Potosí

Luego de la rápida visita a Charcas, enfilé hacia la capital del estado de San Luis Potosí tomando la carretera que une a estos dos lugares, misma que pasa por Venado (también mencionada alguna vez por mi mamá) y Moctezuma (en donde nació Raquel, la viuda de mi sobrino Enrique).
La carretera es buena, pero para mi gusto tiene demasiadas curvas; al principio el terreno era plano pero poco a poco empezó a subir hasta llegar a una cuesta con curvas y más curvas. Sí, a muchos conductores les gustan las curvas, pero yo prefiero las carreteras rectas porque definitivamente casi todas me producen una gran ansiedad, quizá porque hace mucho tiempo, en una tarde lluviosa derrapé en una curva y, aunque no hubo nada que lamentar, me quedó un miedo que no he podido superar del todo.
No obstante, después de unos 7 años de no manejar en carretera, en este viaje me pude dar cuenta de que en algunos tramos carreteros de reciente construcción los ingenieros sí han hecho bien su tarea y le han dado a las curvas el peralte preciso para lograr que conducir sea una delicia. Mención especial: la carretera de cuota Monterrey-Saltillo; es muy caro el peaje ($81.00) pero qué estupenda autopista.
Catedral.
Y volviendo al tramo Charcas-San Luis Potosí, además de ansioso por las curvas venía yo medio ciego de un ojo, porque la tolvanera que se desató al salir de la hacienda mezcalera me tomó desprevenido, sin anteojos ni nada que cubriera mis ojazos y me entró una buena cantidad de tierra. En el pueblo de Charcas compré una botella de colirio que salió carísima, y casi me la acabé pero ni así se eliminó la molestia; de hecho me duró horas.
Y por si fuera poco, en ciertos tramos mi carro parecía un barquito de papel en medio del mar, porque los fuertes vientos, casi huracanados, me lo zarandeaban de un lado a otro; los señalamientos de la carretera igualmente se movían de una lado a otro y las líneas eléctricas se veían como si alguien estuviera jugando a la cuerda. Fue un viajecito que me hizo recordar el que realizó Marion de Phoenix a Fairvale en Psicosis (1960), mi película favorita; sólo que en vez de lluvia había un tremendo vendaval y el policía entrometido afortunadamente jamás apareció.

Finalmente llegué a San Luis Potosí; era temprano aún, así que decidí dirigirme al Centro Histórico, pues en la casa que había reservado a través de Airbnb el check-in era hasta las 7pm. Estacioné el auto en alguna de las estrechas calles y me di a la tarea de recorrer el lugar. Cuando admiraba el churrigueresco Templo de Nuestra Señora del Carmen en la Plaza del Carmen pasó un camioncito para turistas, estos son una excelente opción para los viajes relámpago (que me encantan), así que me dirigí a la Plaza de Armas para abordar uno.
Casa de las Artes.
Fue una excelente idea, pues gracias a esto pude apreciar los hermosos edificios coloniales del centro, sus muchas iglesias, la infaltable Basílica de Guadalupe, la Caja de Agua, la cárcel donde estuvo Francisco I . Madero, actualmente Centro de las Artes, el Templo de San Miguelito y otros sitios. Sin duda San Luis Potosí es una bella ciudad.
Más cansado que hambriento, me dirigí a la casa donde pasaría la noche, gracias a la maravilla moderna de aplicaciones como Waze. Me di un reconfortante baño con agua muy caliente y enseguida me dirigí a cenar a Antojitos El Pozole, un lugar que me recomendaron mis anfitriones Fernando y Edgar. No estuvo tan mal, pero tampoco tan bien, pues mi platillo de enchiladas potosinas ¡no incluía cecina! Cené rápido y regresé a dormir porque me encontraba simplemente exhausto.

Por la mañana siguiente, para no perder la costumbre, llevé a Chucho a caminar a un parquecito que se encuentra a unas tres cuadras de la casa, en la colonia Balcones del Valle. Por cierto, qué agradable barrio, muy tranquilo, con bellas residencias y ubicado a unos pasos del Parque Tangamanga. Me pasó por la mente la idea de irme a vivir a San Luis Potosí...  con una ubicación tan privilegiada al centro del país es muy fácil y rápido llegar a la Ciudad de México, Aguascalientes, Guanajuato, Tamaulipas, etc... pues no por nada colinda con nueve estados.
El Parque Tangamanga es el más grande del país después del Bosque de Chapultepec, pero no lo visité esta vez porque no tenía mucho tiempo para recorrerlo, y además me advirtieron que lo habían cerrado ese fin de semana debido a que los fuertes vientos derribaron algunas ramas de los árboles.
Salí de la casa y me dirigí a un tianguis cercano, también una excelente recomendación de mis anfitriones. Fue una excelente sugerencia, ya que ahí saborée unos deliciosos tacos de barbacoa, además de pan casero y un rico café. Y para el camino me llevé una bolsita de nopales con frijoles y cebolla picada...
Recorrí los puestos del mercado y admiré la frescura de sus frutas y verduras, inclusive compré un poco de jengibre (muy fresco y baratísimo) y unos nopales tiernos, de Mexquitic, pero ganas me daban de hacerla de marchante y llenar una bolsa con tantos productos tan buenos: enormes chayotes, fresca verdolaga, quesos, miel, pan... un paraíso para un tragón como yo.
De ahí pasé una rápida visita al Centro Histórico para comprar algunas cosas y enseguida a tomar carretera nuevamente para llegar a la Sultana del Norte antes de que cayera la noche. Gracias a Dios todo salió a pedir de boca y nuevamente pude disfrutar algo que me encanta hacer: viajar.

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